martes, 25 de septiembre de 2007

Adios al César del toreo

Antolín Castro

España
[ 24/09/2007 ]

Se congregó la gente en Barcelona, pues toreaba José Tomás. Llegaron de todos los lugares de España y quizás del mundo. La plaza vio ocupadas las localidades en casi su totalidad. La ilusión en los rostros de todos los presentes. Un jaleo monumental a la entrada, incluidos los antis ya clásicos, y se adivinaba que todo iba a ser una fiesta.

Lo fue. Al abrirse camino el paseíllo se pudo observar que allí estaba el llamado “mesías” José Tomás, pero en el lado opuesto iba, de rosa y oro, un torero menudo que hacía las veces de director de lidia. Era un colombiano llamado César Rincón. Terminado el paseíllo se tributaba una gran ovación. "Sal tú" le decía Rincón a Tomás y este replicaba diciendo: "no, usted maestro". Entre tanto, un catalán llamado Serafín Marín asistía en silencio a la conversación que era mas que nada de gestos. Finalmente salieron los tres al unísono y fue entonces cuando muchos repararon que César, el de mayor edad y antigüedad, dejaba el toreo en España, justo en este día y en este ruedo. ¡Oh casualidad! coincidiendo con el cierre de temporada española del máximo atractivo de la misma, José Tomás!

Claro que era el día de José Tomás, pero un gran torero, un maestro, que ha llenado casi docena y media de años los ruedos españoles, y del mundo, estaba presente y no precisamente lo iba a hacer como convidado de piedra. Lección soberana de todo, lección de torería, de ganas, de hondura, de toreo, de entrega, de pique, de estímulo, de verdad. Era César Rincón el grande, el de Madrid, el de Sevilla, el de su lucha, el auténtico César: César Rincón. Un respeto.
Y el respeto se hizo presente en la plaza. Todo el respeto que este torero merece por una trayectoria ejemplar. Todo el que le deben, le debemos, por ser lo más próximo a la pureza de los noventa y de su reciente vuelta tras ganarle la pelea a la enfermedad... o quizás a la vida. Respeto, mucho respeto, eso es sinónimo siempre que se dice César Rincón.

Y nos dio la alegría y se la dio él. La celebramos todos pues ese es el adiós que le correspondía tras una temporada con muchos altibajos. Se necesitaba que quedara en todo lo alto el recuerdo de este maestro que para serlo fue alumno de sí mismo todos los días, repitiendo la lección para aprenderla mejor. Lágrimas hubo y eran de las que acercan a las personas en lugar de alejarlas con marchas, adioses y retiradas. Desplegó su tauromaquia toda y hasta mató recibiendo, que terminó al encuentro, pero ese fue su cite. Un regalo para todos los que le han seguido y aplaudido en todos estos años.

La Barcelona taurina se fue acercando a esta despedida que les llegaba sobrevenida pues habían venido a la otra, pero lo hacían con júbilo pues el maestro correspondía con una torería que perfumaba todo lo que iba tocando. Gracias César, maestro, César del toreo. Nos quedamos huérfanos de una forma de interpretar el toreo, pura y, más que nada, decente. Una decencia que falta en tantos otros y que a él le ha sobrado en el tiempo que ha durado su presencia en los ruedos españoles y del mundo. Marche tranquilo maestro, termine su periplo americano, pues aquí ha dejado su mejor tarjeta. No ha sido Madrid, que era obligado, pero Barcelona ha estado a la altura y porque además representaba a toda la España, que cierto es, había congregado el de Galapagar y sin dejar de estar con el madrileño no han dejado de arropar y entregarse con el colombiano.


Se va el César del toreo y bien que lo sentiremos, pero ha dejado el antídoto para no echarle de menos: el recuerdo de una tarde extraordinaria en esta plaza de Barcelona, que no era la suya en su carrera, pero que queda grabada en su memoria como una de las tardes más jubilosas.
Mis respetos, Maestro. Adiós César del toreo. Un Rincón para el recuerdo. La viva imagen del respeto.

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